jueves, 8 de enero de 2009

Antes de irse

Con la convicción de un suicida Federico abrió la ventana y puso su silla enfrentando a su escritorio. Cuando la primera brisa golpeó la oficina, se llevó la cumbre de la tercera montaña de papeles. Federico miraba asombrado y encantado el paisaje. Luego siguieron entrando exhalaciones de viento que fueron extirpando lentamente las columnas restantes del panteón de papel. Cuando Federico se paró, su corbata y su camisa revoloteando, el torbellino de papeles que ahora circulaban por la oficina lo convirtió por un momento en una deidad. Era él el que comandaba la legión de vientos que escupía documentos legales por la boca de la ventana. Saliendo por la garganta de papeles Federico se sacó la corbata y la tiró. Ésta serpenteó por el piso y escapó por la ventana como atrapada por un águila. Mientras Federico caminaba por los pasillos llenos de oficinas fue atrayendo los ojos magnéticos de los demás trabajadores. Se despidió con un gesto gentil antes de ser tragado por el ascensor.

1 comentario:

razondelgusto dijo...

Vientos de cambio para Federico...
¿Y para el autor? ¿Hacia dónde lo llevarán los vientos de agua salada, a través del mar?