En este minuto está el amor vivo
que respira los segundos que pasan
o se acomoda en nuestro sillón
para considerarse eterno;
esfinge de tiempo.
Pero atrás, en el fondo,
donde uno ya no busca
están los amores olvidados
que danzan de la mano.
Allá, bien lejos, todos los besos
que suenan en el salón principal
con ecos ligeros;
música de una orquesta extinguida.
Las caras que nos movieron al llanto
ahora son esa misma otra cara
que comparte el mundo
que desconocemos.
En distintas partes del espacio
y del tiempo
nuestro amor caduco
fertiliza nuevos amores
que crecen
ya lejos de nosotros.
Y en algún sentido
todo forma parte de nuestro ecosistema
como una gran familia de amores
que se puede ir trazando con un lápiz
formando estrellas y polígonos
y en algún vértice, nosotros.
El amor que nos retorció
ya dio su saludo de teatro,
se agachó ante el público,
se retiró a interpretar
su próxima obra.
Pero de vez en cuando
nos motiva a escribir un poema,
un canto de cisne,
un dulce epitafio
por todos esos amores
que ahora son de otros.
Me alegra recordarlos,
quererlos,
y hasta, si me permiten,
danzar un poco allá atrás
en otros cuartitos de amores olvidados
de los que, orgullosamente, formo parte.